Hace años, en una casa antigua y polvorienta, un Nokia 3310 estaba abandonado detrás de un librero en un rincón oscuro. Era un teléfono que pertenecía al difunto padre de la familia, quien había fallecido hacía ya 20 años. El dispositivo había sido olvidado en el tiempo, junto con los recuerdos de su dueño.
Una noche, cuando la luna llena bañaba la habitación con su pálida luz, el Nokia 3310 se encendió de repente. Su pantalla verde iluminó la oscuridad de la habitación, y el teléfono comenzó a emitir un zumbido familiar. Era un mensaje de texto, pero el remitente era imposible: "Padre".
El corazón de la persona que encontró el teléfono latía con fuerza mientras abría el mensaje. El texto decía: "Abre la puerta. Estoy atrapado bajo tierra".
El mensaje era una macabra broma de mal gusto, o al menos eso creyó la persona en un principio. Pero luego, una serie de mensajes seguían llegando, cada uno más urgente y aterrador que el anterior.
"Por favor, escucha. Estoy sufriendo. Abre la puerta."
El dueño del teléfono sintió un escalofrío recorrer su espalda. Recordó las historias que su padre solía contar sobre la casa, historias de un antiguo cementerio que solía ocupar el terreno antes de que se construyera la casa. Según la leyenda familiar, algunas tumbas nunca se habían movido y los espíritus inquietos aún deambulaban bajo la casa.
Aterrorizado, el dueño del teléfono decidió investigar. Siguió los mensajes que le indicaban la dirección exacta para abrir una puerta secreta en el sótano de la casa, una puerta que nadie había notado en años. Cuando finalmente la abrió, un escalofrío le recorrió la espalda al ver una escalera que descendía en la oscuridad.
Con una linterna en mano, bajó cuidadosamente las escaleras y llegó a una cripta olvidada. En el suelo, bajo una capa de tierra, yacía un antiguo ataúd. El mensaje de su padre tomó un significado inquietante. Comenzó a cavar frenéticamente, desenterrando el ataúd con las manos temblorosas.
Cuando finalmente lo abrió, el horror se apoderó de él. En el interior del ataúd estaba el cuerpo de su padre, pero no había envejecido un solo día desde su muerte hace dos décadas. Los ojos de su padre se abrieron y miraron fijamente a su hijo. Con una voz que parecía venir de las profundidades de la tierra, susurró: "Gracias por liberarme".
La cripta se llenó de un viento gélido mientras el hijo observaba impotente cómo su padre volvía a la tierra. El Nokia 3310 se apagó, y la casa quedó sumida en un silencio aterrador una vez más. Las leyendas del cementerio olvidado cobraron vida esa noche, y el precio de la liberación fue más aterrador de lo que nadie pudo haber imaginado.
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